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Plan económico para un gran viaje

  • Foto del escritor: Nakama
    Nakama
  • 21 jul
  • 2 Min. de lectura

Cuando decidimos lanzarnos a la aventura de recorrer Latinoamérica durante un año, sabíamos que uno de los grandes retos sería cuidar nuestro presupuesto sin renunciar a la esencia del viaje: conocer, aprender y disfrutar.

Así que diseñamos un plan flexible, que combinaba ahorro con pequeños “lujos conscientes”, y nos permitió viajar lento, conectar con los lugares y disfrutar al máximo de la experiencia.

Para llevar un seguimiento de los gastos, creamos un Excel donde anotábamos los gastos diarios de cada país en diferentes apartados: comida, transporte, actividades, alojamiento... y así poder ver dónde invertíamos nuestros ahorros.


Una de las decisiones clave fue movernos siempre en autobús.  Esto no solo resultó más económico que tomar vuelos internos e internacionales, sino que además se convirtió en una experiencia en sí misma: pasar horas en la carretera, cruzar fronteras por tierra y compartir trayectos con locales nos permitió conocer el entorno desde otra perspectiva. A veces fueron viajes largos y cansados, pero aprendimos a sacar provecho de estas “horas muertas”. 


Viaje en bus
Viaje en bus

Otra estrategia fundamental fue el voluntariado en diferentes lugares. Conocimos la plataforma “Workaway”, una comunidad para el intercambio cultural, voluntariado… donde buscábamos diferentes proyectos para poder participar en ellos. Realizamos todo tipo de tareas, sin ser nosotras expertas en nada de eso; recepcionistas, fotógrafas, pintoras y cocineras en hostales,  voluntarias en una ONG que trabajaban con niñxs y sus madres, creadoras de contenido para redes sociales de un hostel… lo que nos permitió ahorrar en alojamiento y, a la vez, ser parte activa de las comunidades donde vivíamos por un tiempo. 

Esta experiencia nos hizo ver cada destino desde adentro, creando relaciones que aún hoy conservamos. Y, además, fue muy enriquecedor ya que descubrimos habilidades que desconocíamos y un gran aprendizaje que nos sacó de nuestra zona de confort.

También intentamos reducir gastos eligiendo una experiencia de coste más alto en cada sitio y disfrutarla plenamente. Así buceamos en diferentes lugares durante el viaje, subimos y acampamos cerca de un volcán, nos lanzamos a un parque de aventura en la selva… y en el resto de los días buscábamos planes gratuitos o de bajo costo, como recorrer mercados locales, hacer senderismo o perdernos en las calles de pueblos y ciudades.

Mercado en México
Mercado en México

Finalmente, algo que para nosotras era muy importante, fue alojarnos en lugares sencillos que tuvieran cocina compartida, para poder preparar nuestras propias comidas cuando fuera posible. Además la mayoría de las veces dormíamos en habitaciones compartidas con 4, 6 y hasta 10 personas. No era lo más cómodo, pero era una manera de ahorrar y conocer más gente al mismo tiempo. 


Esta manera de viajar no solo nos permitió viajar durante un año entero, sino que además nos enseñó a valorar las cosas simples y a conectar con la gente y los lugares de una manera más auténtica.


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